lunes, 3 de septiembre de 2007

LAS PLANTAS

LAS PLANTAS DESDE LA EDAD MEDIA AL SIGLO XXI.

Todos hemos oído hablar de de las plantas medicinales desde nuestra infancia. Hoy en pleno siglo XXI, vamos a realizar un repaso de su evolución desde la Edad media hasta nuestros días.
Pero antes repasemos otras culturas tales como la egipcia, griega, china, judía, árabe, romana, hindú, que miles de años a. C, ya se dedicaban al estudio y cultivo de las plantas. No olvidemos que durante muchos siglos las caravanas de especias procedentes de Asia y África, cruzaron Europa trayéndonos parte de su saber ancestral.
En Alemania, el siglo XII quedó impregnado por una mujer relevante en su época la abadesa Hildegarda de Bingen (1098 – 1179) una herborista por vocación que escribió dos tratados sobre plantas medicinales. Ella fue precursora en escribir el nombre de las plantas en latín y en alemán. A finales del siglo XII, el estudio de las hierbas medicinales pasó por un difícil período en que quedó estancado, y los descubrimientos sobre el conocimiento de las mismas quedaron un poco en el cajón del olvido.
Una de las personas más relevantes y que más han hecho por ayudar al desenvolvimiento y desarrollo de la investigación botánica fue Paracelso, un alquimista y médico que revoluciono su época. Este sabio, se sirvió de los conocimientos transmitidos por los monjes escolásticos y los benedictinos de los monasterios que dedicaban una parte de su tiempo al estudio e investigación de la flora de la que les proveía la naturaleza.
Este hombre que se convierte en una de las figuras más preeminentes de los albores del renacimiento, escribió grandes tratados de plantas medicinales que algunos han llegado hasta nuestros días. En esa época no existía todavía lo que hoy conocemos como farmacia; o por lo menos no estaba reconocida tal y como lo estaba en Egipto, China, Grecia, o Judea, miles de años antes de la Era Cristiana.
Se tiene conocimiento de que la primera farmacopea de Europa se encontraba en Nuremberg y data del año 1542.
Gran parte de las plantas que hoy conocemos, ya se tenía conocimiento de ellas en la Edad Media; muchas de estas cultivadas en los patios de los monasterios.
Paracelso no hubiera podido llegar a ser el gran maestro que fue, si su padre, un médico de aldea, no le hubiera enseñado sus conocimientos de latín, botánica, medicina, alquimia y teología.
Lutero nacido en el año del Señor de 1483 fue un gran soporte para Paracelso pues este aprovecho sus reformas para fusionar ciencia y religión. Paracelso recibió una gran influencia religiosa ya que siendo muy joven su padre le envió a una de las más prestigiosas escuelas benedictinas; la del Monasterio de San Andrés, lugar en el que hizo una gran amistad con el obispo Eberhard Baumgartner, considerado uno de los mejores alquimistas de su época. Sus trabajos de laboratorio llegaron a ser muy importantes y reconocidos por sus allegados y amigos, la comunidad benedictina gozó de un gran prestigio investigador en esa época.
La práctica de la alquimia no sólo la empleó en la búsqueda de la conversión de metales en oro, si no que aprovecho para obtener extractos de plantas que sirvieran para ayudar a sus congéneres. Sus obras fueron publicadas tanto en latín como en alemán; se dice que escribió más de una treintena de estas que aportaron una gran riqueza animando a otros a sumarse a sus investigaciones.
Con las hierbas se han hecho grandes cosas, pero también enormes barbaridades ya que se las ha utilizado y aún hoy se las utiliza de forma poco honesta por parte de personas sin escrúpulos que han realizado bebedizos mortales con ellas para librarse de sus poderosos enemigos.
Pero hubo un tiempo en que todo quedó nuevamente estancado, hasta que el interés por el comercio y control de las especias en Europa que en las proximidades del siglo XV, había pasado a las manos de los portugueses, y en España el descubrimiento de América relanzó nuevamente el interés por la botánica y el conocimiento de nuevas plantas que los comerciantes españoles traían de las Américas. Cristóbal Colón en realidad lo que buscaba, era una ruta más corta hacia la India, lugar del que provenía una gran parte del comercio de especias que invadía Europa y que querían arrebatar a los portugueses. Más tarde los ingleses y holandeses se harían con la importación del comercio que más beneficios aportaba a sus coronas.

El siglo XX el del gran salto
Hacia el siglo XIX, la evolución de los productos a base de plantas medicinales más elaborados, se convirtieron en un lucrativo negocio para los herbolarios que venía como sus conciudadanos recurrían a ellos a comprar las plantas que hasta entonces no habían sido tan bien comerciadas. Ello perduró hasta los comienzos del siglo XX, en que el sector farmacéutico optó por inclinarse hacia los productos denominados de síntesis química por ser estos mucho más estables para los tratamientos. No olvidemos que las plantas requieren una climatología, un cuidado y mimo que no siempre es igual y que por mucho que queramos las inclemencias juegan un papel determinante. Así, pues ninguna cosecha es igual a la anterior y los principios activos de las plantas no siempre serán tan activos si el tiempo no nos ha acompañado lo suficiente; si bien es cierto, que ello se está corrigiendo con la creación de invernaderos que brindan unos microclimas más estables y que nos van a permitir gozar de hierbas medicinales de mejor calidad.
Además si tenemos en cuenta que cada vez tenemos menos bosques que nos nutran de plantas medicinales habrá que hacer algo para mantener una demanda cada vez mayor.
Lanzamos una voz de alarma para evitar que especies todavía por investigar terminen desapareciendo sin que sepamos cuales podrían haber sido sus cualidades medicinales.

La ciencia no está reñida
Con las plantas se obtienen productos de síntesis orgánica mientras que con los productos conocidos como farmacéuticos se obtienen productos de síntesis química. Ambos pueden ir perfectamente de la mano ya que la ciencia no está reñida y nos permite servirnos de productos que mejoren nuestra salud si bien siempre guiados por la mano de personas especializadas y cualificadas para ello ya sean herbolarios, médicos o farmacéuticos.
A finales del siglo XX, se terciaron batallas que todavía no han sido dadas por cerradas entre farmacéuticos y herbolarios, pero en cualquier caso ambas partes defienden intereses que deberían de ser comunes, pues una buena y correcta utilización de los productos florares beneficia al conjunto de la sociedad.
Hoy en plenos inicios del siglo XXI, podemos ver que los vetustos herbolarios de toda la vida están dando paso a grandes superficies que nos ofrecen múltiples y variadas opciones en esa demanda cada vez en mayor apogeo. Disponemos de farmacias cada vez más especializadas en el mundo vegetal, y herbolarios que se abren a nuevas formas de comerciar con productos naturales que abarcan hasta la alimentación llamada ecológica, pero uno no puede ver más que con cierta nostalgia que se está perdiendo un poco la esencia de lo que representaba ir a un herbolario a solicitar consejo. El entrar en ellos nos produce una mezcla de aromas que nos deleitan y nos transportan a momentos en que el tiempo parecía haberse detenido, sin embargo, el progreso lo tenemos cada vez más acelerado y difícilmente se detendrá el proceso, es por ello que todos y cada uno de nosotros podemos poner ese pequeño granito de arena siendo mucho más respetuosos con nuestro entorno y sentirnos en paz con la naturaleza saldando deudas de despropósitos entorno a ella.
Se ha pasado de los frasquitos metálicos, cerámica y de madera en que se guardaban las plantas en la Edad media, a los frascos y blisteres de plástico que protegen no sólo a los medicamentos más sofisticados, sino también a concentrados de plantas medicinales en forma de píldora, cápsula, grajeado, etc., todo ello facilita el uso a los ciudadanos, que ven como los preparados de plantas que tanto espacio ocupaban han sido comprimidos y nunca mejor dicho en forma de pastillitas que contienen la cantidad necesaria que podría contener una cucharada sopera para una deleitante infusión de plantas medicinales. Afortunadamente todavía tenemos a nuestro alcance el poder crear pequeños huertos o jardines herbarios con plantas aromáticas y medicinales de gran belleza y utilidad. Y si no se tiene esa posibilidad, siempre se puede recurrir a la tan conocida maceta que ha adornado nuestros balcones, calles y patios de la España profunda, y que se resiste a morir arrinconada, por lo cual todavía en las grandes metrópolis, podemos ver de vez en cuando alguna despistada maceta que adorna esa ventana o balcón de uno de esos edificios de pisos que nos obligan a mirar hacia arriba.
Y si se tiene la suerte de poder viajar fuera de la gran urbe, podemos todavía admirar pequeños pueblecitos que se resisten a ser embestidos de polución y cemento por todas partes.
Una buena alternativa es fomentar el turismo rural de calidad, el cual nos permitirá gozar de valles montañas, ríos y parajes de increíble belleza que se mantienen como guardianes de los secretos de las tan preciosas plantas, árboles y arbustos que nos trasladan por unos instantes a esos paraísos ya desaparecidos.
Cuanto mejor se conoce la flora, mejor se la respeta, ¡Conócela y respétala! Por el bien de nuestros descendientes.

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